Los amigos nos acompañan en el transcurso de nuestro ciclo vital, sin embargo, los procesos relacionales se vuelven más significativos en la adolescencia. De esta forma se construyen redes de apoyo que favorecen el desarrollo de habilidades de solución de conflictos.
Las relaciones de amistad en la adolescencia, en comparación con las de la infancia, suelen ser más estables e independientes, ya que están menos supervisadas y controladas por los adultos, así mismo suelen tener mayor intimidad y empatía, manifestándose a través de espacios y actividades fuera del contexto familiar.
"Las personas que cuentan con una red sólida de amigos a lo largo de su vida aumentan la esperanza y calidad de vida".
Paralelamente, el inicio de la adolescencia se caracteriza, entre otras cosas, por la ruptura que normalmente sucede en el vínculo entre padres e hijos. Los adolescentes encuentran en el apego con sus pares, un espacio para compartir experiencias y entenderse (UNICEF).
Según Ortega (2003) citado por Martínez (S.f.) las amistades proporcionan a los adolescentes la percepción de estar integrado socialmente y pertenecer a un grupo donde construyen su identidad de forma independiente a la familia.
Algunas de las habilidades que se fortalecen en la interacción con grupos de amigos están relacionadas con las habilidades sociales, formación de identidad y autoconcepto a partir de la comparación social, disponibilidad de fuentes de apoyo en situaciones de estrés, aprendizajes y comprensión sobre el mundo, adquisición y fortalecimiento de la empatía, entre otras.
En los grupos de amigos, los adolescentes pueden mostrar su propia identidad sin recibir juicios o censuras; esta es la mayor diferencia en las relaciones con adultos, donde a menudo perciben barreras que les impide expresarse libremente.
Las personas que cuentan con una red sólida de amigos a lo largo de su vida aumentan la esperanza y calidad de vida. Dado que las relaciones de amistad suelen ser elegidas, hacen que se desarrollen sentimientos de bienestar que permiten tener una percepción de plenitud.
En resumen, las relaciones sanas de amistad contribuyen en el mejoramiento de nuestra autoestima e impactan de manera positiva nuestra salud mental y nuestras diferentes áreas de ajuste individual.
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